Pablo Rangel
Charles Hale en el libro
"Más que un indio: Ambivalencia racial y multiculturalismo
neoliberal en Guatemala" señala que existe una ambivalencia
racial en el discurso de las y los ladinos1,
en éste, se rechaza el racismo clásico, pero se mantienen prácticas
que garantizan los privilegios en la jerarquía racial. Hay que
señalar que el temor a la pérdida de estos privilegios en un mundo
en el cual los pueblos indígenas reclaman el derecho a la dignidad e
igualdad, asume diferentes máscaras para subsistir diluyendose en un
discurso políticamente correcto que a veces es imposible ocultar.
Mas allá del desencuentro, esta es una oportunidad valiosa para
lograr desmontar a través del diálogo las agendas culturales
ocultas que no permiten arribar a una sana interculturalidad.
Un atleta con
liderazgo
Erick Barrondo en el
grupo de los atletas nacionales es quizá el que más lejos ha
llegado. En los Juegos Olímpicos de Londres, 2012 logró una
medalla de plata para el país en la disciplina de marcha (20
kilómetros) Las medallas olímpicas han sido esquívas para el
deporte nacional, la de Barrondo fue la primera obtenida en estas
justas deportivas, además fue excepcional porque el deporte federado
guatemalteco, si no es por el esfuerzo de entrenadores y por algunas
características extraordinarias de los atletas, no logra sobresalir
en un mundo competitivo. Al igual que Doroteo Guamuch (Mateo Flores,
ganador de la medalla de oro en la maratón de Boston) y varios otros
maratonistas, ciclistas y atletas nacionales, Erick Barrondo proviene
de una familia indígena (Q´eqchí de Alta Verapaz) Su entrega al
deporte, la disciplina y además una genética privilegiada han sido
la conformación exitosa de Barrondo, quien además ha demostrado
tener dotes de liderazgo y una amplia capacidad discursiva.
Después de haber ganado
una medalla en los Juegos Olímpicos, el atleta fue transformado en
héroe. Barrondo apareció en todos los medios de comunicación
nacional, incluso un estadio fue bautizado con su nombre. Al
regresar a su casa siguió fomentando el deporte y apoyando a los
jóvenes para que practicaran marcha.
Tres años después de
ganar la medalla en las Olimpiadas, Erick Barrondo continua
entrenando y ganando más competencias, no obstante, pareciera que la
sociedad mestiza lo quiere posicionar en un lugar que, desde su
escala racial ,es el adecuado. Como expresan muchas personas,
Barrondo debe ser "humilde" y además, "agradecido".
Tal es el caso de un relato que se viralizó en internet, no se sabe
si es cierto o falso. En éste una familia ve a Erick Barrondo en un
restaurante, los niños de la familia querían fotografiarse con él.
Según el relato, Barrondo señalo que estaba comiendo y no era
posible en ese momento. La reacción de indignación no se hizo
esperar, y principalmente al publicarlo en las redes sociales. A
pesar de la falta de certeza acerca de este hecho, fue suficiente
para que muchos cuestionaran su fingido aprecio hacia el atleta.
¿Cómo era posible que Barrondo, medallista olímpico, indígena, no
reconociera que debe aceptar la admiración de una familia ladina?
Esta rancia reacción de indignación, no se explica sino es en el
contexto guatemalteco.
Otro hecho que hizo
saltar a la parte más conservadora de la sociedad mestiza fue el
planteamiento de la protesta por las condiciones deplorables en que
obligan a movilizarse al equipo de marcha. Ante la negativa de
otorgar al equipo un vehículo decente Erick Barrondo planteó un
medio de protesta muy particular pero efectivo, y es que puso a la
venta la medalla de oro que había ganado en los Juegos
Panamericanos. Más allá de lo que pudieran darle por la medalla,
el objetivo era la denuncia de las condiciones en que se encuentran.
Para estas instancias, quienes en un momento se congraciaron con el
triunfo en el 2012, pero tenían sus reservas por cuestiones
raciales, se fueron en contra de Barrondo. Como dijo un jóven que
llamó a una emisora de radio en un programa juvenil matutino "Yo
estoy en desacuerdo porque Barrondo, ya le gusto y ahora cree que
todo lo puede como la Menchú".
Paradójicamente, las
capacidades del atleta, que ha dado y sigue dando tantos éxitos y
medallas para el deporte nacional, han empezado a develar la
estratificación étnica del país, una tensión que dentro de la
sociedad mestiza nacional ha pasado encubierta quizá desde la misma
independencia en 1821. Esta escala que cuando se ha tratado de
subvertir o siquiera cuestionar ha generado reacciones violentas,
como la política de tierra arrasada durante guerra interna en la
década de 1980, ha generado todo tipo de "artilugios" para
seguir sin ser descubierta, no obstante en la era de las redes
sociales aparece y re aparece aunque los esfuerzos para encubrirla
sean grandes.
Aunque seas campeón
mundial, en Cayalá serás vendedor de manías
El 30 de marzo de 2015,
en las redes sociales se viralizaba una fotografía del estado del
muro de un locutor de radio nacional. En ésta gráfica, aparecía
Erick Barrondo recostado en una estatua de Ciudad Cayalá. Arriba
una leyenda que decía "quiere manía, semilla de marañon o
habas?". El mensaje, aunque muchos lo nieguen, tiene un sentido
discriminatorio en dos vías, racial y económico. En resumen,
señala que el atleta por ser indígena y pobre no puede estar en
Ciudad Cayalá (espacio exclusivo de la élite blanca y rica) aunque
sí lo puede hacer pero como vendedor de frutos secos, actividad que
realizan niños indígenas.
Erick Barrondo, quien
comparte regularmente estados en Facebook vió la fotografía y ante
la agresión reclamo sus derechos. Se acerco a la Comisión Contra
la Discriminación Racial -CODISRA- quienes presentaron la denuncia
al Ministerio Público. El artículo 202 bis del Código Penal
señala la discriminación racial y económica como un delito,
especialmente cuando se fomente o se aliente a través de cualquier
medio.
La primera reacción del
locutor ante el error que cometió fue escribir una nota excusándose,
sin embargo, no comprendia el porqué del perdón si en internet
todo es "pura chingadera" y que además su mensaje fue
"sacado de contexto". Dos días después, ante la
inminencia de la denuncia en el Ministerio Público y las
consecuencias que esta acción traería, el locutor (Julio Reyes)
decidió pedir perdón publicamente a Erick Barrondo, quien recibió
las disculpas y en apariencia el desencuentro quedó zanjado.
Más alllá de los
detalles de este hecho, en los dos días en que la fotografía se
viralizó y miles de personas opinaron en las redes sociales,
surgieron muchas expresiones dignas de análisis. Una que apareció
reiteradas veces y que además puede llevarnos a esclarecer mucho de
nuestra percepción como mestizos de la realidad social nacional, es
la de "la chingadera". Supuestamente, Barrondo tenía que
dejar pasar cualquier oprovio en su contra pues no es en serio, "es
pura chingadera".
La máscara de la
"chingadera"
Charles Hale, antropologo
e investigador, mientras hacía la investigación que da vida al
libro anteriormente citado, relata cómo se acerca a algunas
familias ladinas en Chimaltenango para conocer sus perspectivas
acerca de los indígenas y el activismo maya. Señala su asombro
cuando entrevista a unas jóvenes y surge "la chingadera".
La chingadera en ese contexto y quizá en todo el país, es una forma
de no tomar en serio la realidad. De burlarse de las cosas y casi
siempre decir lo doloroso o señalar lo que se cree o no sin temor a
represalias, todo es en "pura chingadera". Por otro lado,
es apelar al doble sentido del discurso. A veces, es un tipo de
ironía y sarcasmo que sirve de disfraz a la ansiedad de expresar las
inseguridades y temores.
Cuando hablan de los
pueblos indígenas, los ladinos enmascaran en la chingadera temores
atávicos, miedo a la pérdida del poder, culpas históricas,
realidades inconscientes en relación con el otro. Trágicamente, la
chingadera es un medio de meta discurso intraétnico que refuerza una
identidad temerosa del aniquilamiento por percibirse híbrida.
También la "chingadera"
pretende resaltar el carácter contradictorio de algun hecho o
persona, incluso a veces tiene un objetivo iconoclasta. En otras
ocasiones pretende negar la historia o burlarse de ella y declarar
entre chingadera y chingadera que nada de lo que se ha dicho se ha
creido, que todo el tiempo fingimos.
Sobre esta última y
compleja forma de chingadera se puede observar que la burla de
Barrondo con esta fotografía encierra muchísimo más que una simple
y jocosa salida.
Otras máscaras
Otro de los recursos
utilizados por las y los comentaristas es la justificación del
ataque pues se lo merece ya que al molestarse por su comparación con
un vendedor de frutos secos, automáticamente está discriminando
esta actividad laboral. Subrepticiamente se asume un papel de tutela
moral, capaz de repartir castigo a quien se percibe como agresor.
Y por último la máscara
de la generalización "ah sí, ahora como es famoso sí le
funciona la justicia, pero ¿cuándo para todos los indígenas que a
diario son discriminados? Ya se le subieron los humos".
1En
este texto se utilizará "ladino" y "mestizo"
para referirse al mismo grupo étnico.